El d�a 18 de septiembre, tras la explosi�n de la mina, todos los sitiados se dirigieron a ocupar los puestos que ten�an asignados. Los combatientes se encuentran cara a cara con el enemigo que trata de iniciar el asalto por todos los frentes.

Por los escombros de la fachada norte aparecen los primeros efectivos de los sitiadores que progresaban por la entrada en zigzag lanzando granadas de mano y con un nutrido tiroteo, apoyados por tres blindados, con la convicci�n de que no han quedado supervivientes entre los defensores. Sin embargo, fueron recibidos por un intenso fuego de fusiler�a y ametralladoras que producen numerosas bajas a los asaltantes.

Despu�s de la primera desbandada causada por la sorpresa, los sitiadores vuelven al asalto incrementando su intensidad de su fuego y de los blindados de apoyo. La lucha se prolonga durante varias horas y, tras superar la barrera de fuego de los defensores, un grupo de asaltantes lograron coronar las ruinas del �ngulo noroeste y en el punto m�s alto de la fachada principal del Alc�zar colocaron una bandera roja de la “Radio Comunista” de Toledo.

Unos defensores al mando del teniente G�mez Oliveros, llevando tres escaleras, lanzado granadas de mano logran desalojar a los enemigos arrebat�ndoles la bandera roja y poniendo en su lugar la bandera roja y gualda.

Los ataques tambi�n se produjeron por la parte del Corralillo y en las avanzadillas de Puerta de Hierro, donde un blindado oruga logra forzar la verja destrozando los veh�culos que hab�an colocado como obst�culos.

Los defensores logran rechazar todos los ataques, ocasionando al enemigo numerosas bajas. A las 13:30 horas, el asalto hab�a sido completamente rechazado.

Como los sitiadores no hab�an logrado la victoria que pretend�an, su artiller�a, durante dos horas, y despu�s la fusiler�a, comenzaron de nuevo un intenso fuego sobre las ruinas del Alc�zar.

Los �ltimos asaltos ocurrieron el d�a 27 de septiembre, tras la explosi�n de una nueva mina. El ataque se produce por el frente norte, pero los defensores lograron una vez m�s rechazarlo, produciendo al enemigo cuantiosas bajas. Ese mismo d�a dio comienzo la liberaci�n del Alc�zar.